· * A fuer de
ser desagradecidos, a veces pensamos que la vida se la debemos a los hijos.
REPIQUE DE
CAMPANAS
Estoy en la casa del pueblo, solo,
leyendo un rato y levantando la vista de vez en cuando para contemplar la majestuosidad
de la sierra, en la que todavía sobreviven manchas blancas de nieve. Suenan las
campanas de la iglesia, levanto los ojos del libro y me pregunto
instintivamente: ¿qué toque será? Me da igual qué toque sea, pero he vuelto a
los días en que al sonar los toques de la llamada, mi madre salía a medio
arreglar y nos preguntaba nerviosa qué toque era: no quería llegar tarde para
coger un sitio dónde poder escuchar bien al cura y porque no podía estar mucho
tiempo de pie.
He sentido un pellizco en el
estómago porque el tiempo pasa pero hay cosas que no se lleva.
Pd. Ahora suena el tercer toque: otro día que llegaré
tarde.
- Sería
de necios, o de hipócritas, preferir el escozor de las palabras no dichas
que la herida que produciría el pronunciarlas.
CARTA A
CHARLIZE THERON PA’QUE NO SE CASE CON SEAN PENN
Querida y admirada Charlize: Ha llegado a mis oídos
que tienes intención de casarte con Sean Penn, ese tipo viejo y feo que en los
filmes que yo he visto siempre hace de malo o de loco, de presidiario o de
policía, nunca de galán que se dedica a los negocios finos, o sea, a robar
finamente. Tú no te lo mereces, te mereces mucho más, y por eso te escribo para
proponerte relaciones, así, directamente, sin rodeos; además, con el
consentimiento de mi esposa que, desde que estuve malico, me consiente casi tó.
Pero, a lo que iba: yo soy más joven que ese tipo mal alimentao y peor hablao y
necesito poco pa' ser feliz, no como
los americanos que a las primeras de cambio ya os estáis divorciando del
decimoséptimo marido. Yo sé aguantar e incluso te permitiría alguna cana al
aire que otra, porque hago caso al chiste que entenderás cuando estés por aquí
y conozcas con soltura los dobles sentidos del lenguaje. Es aquel que le
pregunta uno a otro: "Oye, ¿tú qué prefieres tener cuernos o
colesterol?" Y le contesta el otro: "Yo, cuernos, así como de tó". Pues yo, contigo, igual.
No me digas que no es una ventaja, tal y como están los tiempos y lo caros que
os salen los divorcios a los americanos.
Yo procedo de una zona como no
tenéis ninguna en América porque allí lo hicieron todo más tarde. Cuando os
descubrieron, aquí, en mi comarca -bueno, en Guadix- teníamos ya catedrales
renacentistas-barrocas, alcazabas árabes, teatros romanos, palacios y
palacetes, ricamente ornamentados, aunque el pueblo llano viviera en la miseria
en las distintas épocas, en cuevas trogloditas o en casas de adobe que no
resistieron el paso de los tiempos.
Como tú aportarías más dinero
a la sociedad conyugal, te propongo que nos compremos un cerro, nos
hacemos una cueva con vistas y lo transformamos en un vergel, como ha hecho mi
amigo Pedro con su Oasis; porque tengo buenos amigos aquí, empezando por
Inma que hace unos churros que quitan el hipo; más tarde nos tomaríamos el
aperitivo con su tapa; luego nos hacemos una comida ligera y una siestecita en
el fresquito de la cueva. (Un inciso: si te diera aprensión la cueva, nos
compraríamos un palacete de los muchos que hay por Guadix para restaurar, y
también estaríamos fresquitos, tú por eso no te preocupes). A mi amigo
Pepe le encargaría que nos preparara rutas para conocer bien la comarca.
Y después, una merienda-cena en cualquier terracita. El único problema
que veo es que con tanto churro, vino, tapa, siesta, etc., tu linda figura iba
a coger unas curvas que quizás a ti no te gusten pero que aquí nos encantan,
con lo que descenderías del Olimpo de las diosas para convertirte en mujer
terrenal, que son como las diosas pero están más a mano. Incluso tengo un amigo
escultor que se llama Paco, que te modelaría en barro para que tu belleza
quedase para siempre jamás.
No me digas que todo lo que yo te
ofrezco te lo ofrece ese sieso que, será buen actor, pero gracia no tiene
ninguna.
No seas tonta, piénsatelo y vente pa'cá, que te esperamos con los brazos
abiertos y descubrirás una nueva vida, que, además, ya va siendo hora de que
asientes la cabeza, mujer…
Atentamente.
- Sería
de necios, o de hipócritas, que la oveja negra tiñese su lana de blanco.
FEDERICO
FUERON TODOS
Es un mes de agosto de
cualquier año y hacemos un viaje, muchas veces aplazado, a Granada para
visitar los lugares que tienen la huella
de Federico García Lorca. Fueron muchas las visitas que realicé a mi ciudad,
muchas las horas que anduve por sus calles y sus plazas; más horas todavía las
que dediqué a la Alhambra y el Generalife, a la Catedral, el Corral del Carbón,
Plaza Nueva, a los mil y un monumentos que la jalonan, pero nunca visité
Fuentevaqueros, nunca fui a la Huerta de San Vicente, nunca subí al barranco de
Víznar… Siempre tenía una excusa o quizás una íntima pena que me impedía ir a
los lugares de Federico.
Llegamos a Granada y
allí debíamos tomar la antigua carretera
de Málaga o la más moderna, pero ya vieja, Autovía del 92 que las malas cabezas
hicieron, parece, con materiales de desecho de tantas reformas sobre reformas
que lleva. A pocos kilómetros de Granada hay un desvío que nos lleva al pueblo,
pero la mala señalización o la poca habilidad del conductor, hicieron que nos
equivocásemos y en vez de ir a Fuentevaqueros entráramos en un camino rural que
llevaba al cementerio. En las puertas del camposanto se acababa la carretera,
así que dimos media vuelta y volvimos a la carretera para tomar la entrada
correcta. Llegamos al pueblo y aparcamos el coche en una amplia avenida en la
que cada motivo decorativo recordaba a Federico y, como presumíamos una mañana
intensa de visitas, nos dispusimos a buscar de inmediato la casa natal de
Lorca. Preguntamos y nos indicaron el lugar: estábamos a unos pasos del primer
objetivo. Llegamos y vimos el horario de visitas. Faltaban unos minutos para
que abrieran las puertas y esperamos con emoción mirando cada palmo de la
fachada, la puerta, las ventanas, haciendo fotos. Pero la emoción fue mayúscula
cuando cruzamos el umbral de la puerta y recorrimos las estancias de la casa:
el salón, la cocina, los dormitorios, el patio, el viejo granero reconvertido
en pequeño museo con objetos de toda índole que recuerdan al poeta. La emoción
aumentaba a cada paso cuando vimos la cuna que ocupó de niño, los sillones o
las sillas en las que se sentó, cuando vimos los cuadros que él miró, las fotos
familiares que adornaban las paredes. En fin… tantas cosas que en ocasiones
hasta temblaban las piernas.
Tras la visita a la
casa dimos un paseo por el pueblo y volvimos a Granada. La siguiente etapa iba
a ser la Huerta de San Vicente, la que fuera su casa de recreo en las afueras
de la ciudad y que hoy ha quedado integrada en el casco urbano, aunque rodeada
de un espacioso parque. Llegamos a la casa y ya no admitían más visitantes ese
día, estaba el cupo cubierto y hasta el día siguiente no se podía visitar. En una próxima visita…
Y como no se podía
entrar, nos internamos en la ciudad para ir al centro histórico, la Catedral.
Sacamos las entradas para la Capilla Real, donde yacen los cuerpos de los Reyes
Católicos y de sus hijos en sus majestuosas tumbas; los reyes y sus
descendientes que desde la conquista de Granada pusieron las bases de la España
que siglos después asesinaría vilmente a Federico. Como en la mente ya estaba
la idea de ir al barranco de Víznar, donde se supone están los restos del
poeta, no pude dejar de pensar en el lugar de la Capilla donde estaban los
reyes en contraposición al limbo en el que estarán los restos de Federico. Esa es
la España -una, grande y libre- que forjaron Isabel, Fernando y demás
descendencia hasta llegar a esta de hoy, dividida en dos bandos (¿O son tres?)
que se soportan pero que se siguen mirando de reojo.
Llegamos a Alfacar y
creemos que el parque, a orillas de la carretera, que se llama “Federico García
Lorca”, es el sitio que buscamos, pero no, es un parque creado artificialmente
por la mano del hombre para recordarle. Seguimos buscando carretera adelante y
llegamos al pueblo de Vínar sin encontrar el lugar. A la entrada del pueblo
preguntamos y alguien desde el borde de la carretera nos dice:
- ¿Veis aquella piedra
blanca en la carretera? –la piedra se ve nítidamente desde la entrada del
pueblo.
- Sí, hemos pasado por
allí.
- Pues desde allí sale
un camino que lleva hasta donde se supone que está enterrado. Ahora han hecho
un camino rural hasta la supuesta tumba.
Desandamos el camino
andado y llegamos a la piedra blanca que señala: “Barranco de Víznar”. Seguimos
el camino y vemos algo que al acercarnos leemos con claridad: “FEDERICO FUERON
TODOS”. ¡Cuánta generosidad! Todos, absolutamente todos fueron –fuimos-
víctimas de la guerra, aunque sólo una parte haya tenido el reconocimiento a su
muerte injusta, y ya es hora de que se honre a todos los muertos. Y eso no será
reabrir heridas sino cerrarlas para siempre. Al pasar con el coche por la
carretera no podíamos imaginar que fuese en ese lugar donde estaba lo que
buscábamos por lo recóndito del paraje, pero los asesinos saben que la
ignominia de sus actos no debe quedar a la vista de todos, por eso las fosas
comunes de la guerra se esconden en los lugares más insospechados, para que su
vista no arañara a cada paso la ¿conciencia? de los asesinos. Recorrimos el
paraje durante un largo rato, bajamos al túmulo bajo el que se suponen reposan
los restos de Federico, el torero y el maestro de escuela –sus compañeros de
cautiverio- y en silencio mirábamos cada palmo de terreno como si esperásemos
que una voz desde el más allá respondiera a todos los porqués que nacían de
nuestra indignación al pensar cómo puede un ser humano llegar a tal grado de
maldad. Mataron al poeta y con su acto alargaron su vida tan lejos en el tiempo
como durará nuestro desprecio por ellos.
Mi hermana tiene una
amiga que, cercano el día en que debía trasladarse a vivir a Granada para
trabajar en su universidad, le dijo una frase que desde ese día llevé conmigo a
cada instante: “No sé cómo podré vivir en una ciudad que entierra su río y mata
a su poeta”. Afortunadamente, los tiempos han cambiado y ahora, creo que no hay
quien la prive del privilegio de vivir en Granada.
Algún tiempo después,
pisé nuevamente las calles de mi querida Granada, la ciudad de mis sueños, a la
que siempre quiero volver. Y he completado, por fin, la ruta de Lorca, visitando
La Huerta de San Vicente, Y he sentido el mismo pellizco en el estómago que
cuando visité su casa de Fuentevaqueros al pasear por las estancias que
sintieron sus pasos, y contemplar el que fuera su espacio y los objetos de su
vida cotidiana.
Después de comer y
tomar café en Plaza Nueva, cumplimos con el rito de subir a la Alhambra para
rearmarnos, una vez más, con las armas de su extrema belleza. Y embriagar los sentidos con el
rumor del agua y el trino de los pájaros; con la sencilla majestuosidad de los
palacios y con el paisaje de cerros y casas blancas que circunda la Colina
Sabika.
- Que
quienes tienen la responsabilidad de defender unos principios los
traicionen, no invalida los principios sino al traidor.
EL CURA DE
FONELAS
Visitando una excavación sobre el
ayer supe de la existencia de un hombre cuyo ejemplo tendría que ser el
prototipo para el hombre de siempre. Pepe, mi acompañante, me dijo que era el
cura de Fonelas y que, cuando el Trío de las Azores declaró la guerra a Irak,
abandonó su labor pastoral y se fue de escudo humano para intentar -¡pobre!-
parar la guerra. Con razón los buenos maestros que tuve me dijeron que tratase
a los hombres sin pedirles antes su filiación.
El cura de Fonelas vivirá para
siempre en el libro imaginario de mis héroes. Desde aquí, mi homenaje.
- Es
coherencia la ardua labor de mantener la armonía entre lo que haces y lo
que dices.
DE
MARCHA
En un arranque
impetuoso de espíritu deportivo me he apuntado, junto con mi cónyuge, para
participar en una marcha campestre en Fonelas.
Ahora escribo desde la
placidez del sofá, tendido todo lo largo que soy -1,73-, después de practicar
para caminar los 18500 metros de la prueba, que deben de ser duros. Sólo me
preocupa perderme por el campo o que llegue con el control cerrado, porque los
demás participantes serán de la comarca y estarán habituados al terreno, pero
yo es la primera vez que voy y me entreno, en mi barrio, sobre pista
lenta, de ahí mi temor a no adaptarme a terrenos ariscos. Además, nos
han dicho que en el avituallamiento nos van a dar agua y plátanos y yo me
avituallo por lo general en el bar Alegría de mi amigo Lozano, con una
cervecita fresca y una tapa de torreznos, que no es lo mismo.
También espero que no
haya muchas cuestas porque al subir me
suele dar flato, con lo que tendría que
aminorar la marcha y perder comba, aunque para mí lo importante no es ganar
sino participar. Yo el espíritu olímpico lo tengo totalmente asumido y lo
práctico, no como otros que echan el resto -o el resuello- por ganar.
Una hora después que nosotros saldrán
los corredores, sí, los de la carrera-carrera, esos que parecen gamos cuando
los ves en directo. Ya me los imagino pasándonos como una exhalación y eso que salimos mucho
antes, pero no nos podemos comparar a
esos tipos estilizados que, seguro, no utilizan ni el avituallamiento,
con lo que tocaremos a más. Los atletas parece que se alimentaran de aire, no
como nosotros los andarines, con nuestra tripa y nuestras carnes fofas, que
hasta el aire nos engorda. Ya los veo por los badlands de Fonelas, con sus
piernas de palillo y dos palillos por brazos, la cara escurrida de la que
sobresalen dos ojos que parecen querer salirse de las órbitas, trotando como
ciervos sobre esos andurriales. Una cosa es hacer deporte y otra quedarse
tísico, sin un gramo de grasa, que algunos parecen la radiografía de un
silbido, por no decir la de un esqueleto.
Nosotros los andarines
iremos también a buen ritmo, pero nada uniforme, departiendo, contando
chascarrillos, los que se conozcan, metiéndose con los descolgados, que si
tanta cerveza, las tapas, las copas...
Yo, para la marcha,
llevaré una vara que me hice para cuando salgo a entrenar por los campos de mi
pueblo, más que nada por si me sale un bicho de pocos kilos porque si es de
muchos no le hago frente, directamente me rindo y que haga conmigo lo que
quiera. Pero por lo menos me hago la ilusión de que voy armado, que tampoco es
cuestión de ir a hacer footing o a andar deprisa armado hasta los dientes con una escopeta de cañones recortados o con
un sable. No es eso, hombre. A mí, lo más que me ha salido por el campo hasta
ahora ha sido un perro mediano, pero no he tenido necesidad de utilizar mi
arma, sólo hago lo que me enseñaron los entendidos: la estatua; se me acerca,
me olisquea y se va. Eso por ahora, ya veremos más adelante como me salga un
jabalí, un perro grande o una cabra montesa envalentonada que me veo encaramado
a un olivo, si me da tiempo.
Bueno, seguiré
entrenando para no hacer mucho el ridículo el domingo por los badlands de
Fonelas. Y si vuelvo entero, lo cuento.
TRAIL
DE LOS BADLANDS
Pues lo cuento: Lo
finalicé, y con un magnífico resultado para mí, medalla de plata, o sea,
penúltimo, pero con el control abierto y porque en la última bajada algunos
desaprensivos, entre ellos algunos amigos, incluso mi esposa, echaron a correr,
algo prohibido porque nosotros éramos andarines. Pero bueno, el espíritu
deportivo, a veces, brilla por su ausencia. Eso sí, como entré solo, todos los
aplausos de la concurrencia fueron para mí.
Ya empezamos mal: para
los torpes daban la salida a las 8.15, para los aventajados a las 9.30. Como en
los juegos de niños: "te doy hora y cuarto de ventaja, a ver sí me ganas,
manta". Significaba que nos teníamos que levantar con las del alba y estar
media hora antes para que nos leyeran las instrucciones, recoger los dorsales,
en fin... Y en domingo.
Éramos un grupo
variopinto, mezcla de edades, entre los 18 y los... bastantes, porque los había
tan mayores que a su lado yo era joven.
Dieron la salida y todo eran risas y alegría mientras salíamos del
pueblo, y yo ya empezaba a ver cómo se me alejaban; cuando llegamos a las
alamedas sólo veía algunas unidades sueltas delante de mí, y es que parecía
como si quisieran ganar, joer, con lo bien que se va en compañía. Me iba
quedando solo, por lo que hice bien en echar mi vara por si a los animalejos
les daba por atacar...
En el avituallamiento,
a la sombra de un frondoso árbol, vi a una chica de la organización, guapa,
hermosa, tanto que estuve a punto de desmayarme para que me reanimara, pero,
como venía mi mujer cerca, y sólo llevábamos 3 kilómetros, me contuve y seguí
impertérrito la marcha, aunque durante un trecho mi cabeza se giraba sola para
atrás, como si tuviese un resorte, para ver como la moza se perdía en la
lejanía del camino andado.
Pronto empezó la
primera dificultad, una subida equivalente al Alpe d'Huez de los ciclistas;
nada, a subir y a empezar a echarnos agua por la cabeza, que ya nos habíamos
avituallado con agua y plátanos y a empezar a disfrutar del maravilloso
espectáculos que nos brindaba la madre naturaleza, los badlands. Los ojos se me
iban para un lado y para otro, me paraba, hacía fotos. En la subida había
perdido a mi mujer que con sus pequeñas zancadas le costaba más y decidí
esperarla. Ya en compañía seguimos con
las foticos, para que quedara
constancia de que habíamos pasado por aquellos barrancos, que la gente es muy
incrédula. En esto que escuchamos un ruido por detrás, nos volvemos y era el
primero de los corredores, que ya nos pasaba. Durante la bajada lo hicieron el
resto, que iban como gamos, como sí llevaran prisa. Nosotros, nada, a lo
nuestro. nos echábamos a un lado y, como en la Fórmula 1 o como cuando alguien
te echa las largas, les facilitábamos el adelantamiento. Además, iban de
sobraos, pasaban y nos daban ánimos: venga, chavales, que ya queda menos. Nos
ha fastidiao...
Al bajar pasó el coche escoba y nos
preguntó cómo iba todo. A mí sólo se me ocurrió preguntarle, casi sin resuello,
si quedaba alguien por detrás. "Sí, tres o cuatro", respondieron. Eso
fue una tremenda inyección de adrenalina y aceleré la marcha, marcha que tuve
que aminorar de nuevo cuando comenzamos la siguiente ascensión y vi que había
vuelto a perder a la madre de mis hijos. A esperar y a subir juntos, para que
luego la desaprensiva echara a correr cuando vio el cartel de los 18 kilómetros
y me dejara sólo los últimos 500 metros y con el mal sabor de boca de pensar
que era el último.
En fin, que ha merecido
la pena, nos han atendido de maravilla, hemos saludado a amigos, hemos hecho
otros nuevos y me he llevado una pequeña decepción, me explico: le digo a
alguien, ya con la cerveza y el bocata de lomo en la mano que el ejercicio
realizado me habrá hecho perder al menos dos o tres kilos de peso, y me dice
que no, que pierdes peso si corres. Y me pregunto, tanto esfuerzo, ¿para qué?
La respuesta es que la vista y el resto de sentidos sí que han ganado.
(En la meta, y mientras me hacía con el
bocata y la cerveza, volví a ver a la chica de la organización; me despisté del
grupo, me acerqué a ella y le dije hola. Ella, después de mirarme de arriba
abajo, y de ver ante sí a semejante eccehomo, sudoroso y polvoriento, me
respondió: "Enhorabuena por terminar la carrera, es usted un valiente".
Le di las gracias y volví con mi grupo. La carrera había terminado.)
¡Viva Fonelas!
PASEO
MAÑANERO
Voy por el campo en la
mañana y me encuentro a dos gitanos con un caballo y en animada conversación.
-
Venga usté pa’cá que va a ser nuestro tratante, - me dicen cuando llego a su
altura.
-
¿Yo? No tengo ni idea de caballos, - les
respondo.
-
Tó
er
mundo sabe de caballos, payo.
Pues así sea. A ver si
había entendido el quid de la cuestión: uno quería vender un caballo por 100 euros y el otro decía que
valía por lo menos 500 euros. Es lo que tendría que decir la pura lógica.
-
¿Usté
qué dice?, - me pregunta uno con un frondoso bigote.
Y yo, sin tener ni idea digo lo primero
que se me ocurre:
-
Pues que entre 100 y 500 hay mucha
diferencia - contesto y prosigo: 100 euros me parece poco; yo creo que 300 es
una cantidad justa.
-
El payo dice que 300, así que 300,
sentencia el vendedor y se dan la mano sellando el trato.
-
Yo soy el que vende y le pedía 100
euros, dice el del bigote, - dirigiéndose a mí, que los miraba estupefacto.
-
¿Tú vendías por 100 euros…? ¿De quién es
el caballo?, pregunto extrañado.
-
Estaba en el campo suerto, no es de naide, -
respondió riéndose.
-
Adiós, amigos, - y seguí mi camino
riéndome.
Me quedé con la duda de
si habían provocado la situación para reírse de mí o hablaban en serio.
EL JOVEN ESCRITOR
Cuando aquel aspirante a escritor
era joven le preguntaron: “¿Qué prefieres ser una buena persona o un buen
escritor?” Contestó: “Un buen escritor, y explicó su respuesta: La buena
escritura sale de los malos instintos... Un tipo bueno solo escribe lo que a
nadie interesa….”
... Con el tiempo fue un novelista
de éxito
·
Nacen, crecen, vegetan y mueren, y en el
lecho de muerte piensan que si hubiesen sido alguna vez sensatos se habrían
suicidado.
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