Amigas y amigos:
Dice un
joven poeta granadino, uno más de la fructífera cosecha de mi tierra, Jesús
Montiel, después de ser premiado con varios premios de primer nivel, el último
el HIPERION de poesía, que: "Es
ahora que me he dado cuenta que escribo para que me lean..." Sin querer
compararme con un maestro, a mí me ha pasado algo parecido.
Hasta hace
poco tiempo yo solo escribía para mí por un exceso de pudor. Un día decidí dar el paso y publicar en
las redes y pude comprobar que había gente que me leía y que, además, a algunos
les gustaba lo que escribía. Después me animaron a que intentase publicar, sobre
todo la persona que tengo más cerca, mi mujer, pero yo seguía pensando que eso
eran palabras mayores. Los aprendices consideramos que publicar un libro es
algo de rango superior y que, además, podría entenderse como un acto de
soberbia. A pesar de todo y, aunque yo soy de los que piensan que se publican
demasiados libros, en contradicción con mi teoría me lancé a podar mi extensa
producción, dar forma a un poemario, e intentar publicar algunos de mis poemas.
El último empujón lo recibí por parte de mis amigos de Granada, así que,
dejando atrás los prejuicios, me lancé a la aventura para que dictaminara el público lector si mis
poemas tenían algún valor. El resultado sobrepasó, afortunadamente, las
expectativas.
A todos mis lectores, gracias.
UN PASEO POR LOS DÍAS, el libro del
que hablamos, no es un poemario compuesto por poemas con una temática única,
no, es una colección de poemas en los que se reflejan momentos de mi vida desde
1977 hasta anteayer. La vida de una persona, de cualquier persona, es compleja
y eso es lo que intenté que quedase reflejado en este libro, que bien podría
haberse titulado UNA AUTOBIOGRAFÍA.
Casi desde
siempre me ha gustado escribir; podría decir que desde que me topé en mi libro
de Séptimo u Octavo de Primaria con el OLMO VIEJO, de Machado o con las COPLAS
A LA MUERTE DE MI PADRE, de Jorge Manrique. A aquel niño de doce o trece años
le maravillaba que se pudiesen decir las cosas que pasaban en la vida de forma
tan sencilla y tan bella, y eso que todavía no había descubierto a los poetas
del 27 porque vivía Franco y entonces no existían. En mi libro solo se hacía
una excepción con algunos del 98, como Juan Ramón o Machado y su olmo viejo, al
que los censores de la época consideraban inofensivo. Desde entonces quise ser
poeta.
Recuerdo que
cada poema, cada texto que leía, yo, niño emigrante, lo relacionaba con mi
pueblo o con alguna situación de la realidad: con el OLMO VIEJO me venían a la
cabeza las alamedas de mi pueblo; leía que José María Pereda había escrito
PEÑAS ARRIBA, y ya veía a algún amigo vagando por los cerros de mi pueblo. El
día que me topé con PLATERO, me dio un ataque de nostalgia casi hasta las
lágrimas porque recordé un día en que nos hicieron una foto a mi hermano Carlos
y a mí montados en el pollino de mi abuelo Grillo en mi pueblo… En fin, la literatura solo hizo alimentar mi nostalgia
por la tierra perdida, por mi pueblo, y por eso, quizás, me entusiasmaba.
Un día, recién
cumplidos los 14 años, en 1973, empecé a trabajar y seguí estudiando por la
noche, y en ese mundo me encontré con personas que me introdujeron en el mundo
de la literatura como es procedente: leyendo y no solo aprendiéndome de memoria
nombre de literatos, las fechas de su biografía y sus obras principales. Además,
en la escuela nocturna coincidí con un grupo de amigos comprometidos en acabar
con la dictadura franquista que daba los últimos, y trágicos, coletazos, y
ellos me introdujeron en el mundo de los cantautores, a quienes tanto debemos
en la difusión de la poesía. - Gracias Serrat, Paco Ibáñez, Pablo Guerrero,
Aute...- Puedo decir que de la confluencia de esos dos mundos nació el Morillas
aprendiz de poeta que hoy escucháis.
Y empecé a
escribir, aunque mejor podría decir a llenar cuadernos con palabras,
frases, ideas, que borraba y repetía mil veces de una manera y de otra; y a
buscar rimas y a desecharlas hasta que creía que aquello ya decía lo que yo
quería que dijese, y lo pasaba a máquina en cuartillas que trataba de esconder
camufladas en los cajones...
En los
comienzos, con 15 o 16 años, un amigo que conocía mi afición me pidió que le
escribiese un poema para una chica que le gustaba; lo hice y puse en él todo mi
amor porque también me gustaba a mí. Se lo dio, empezaron a salir y, un día, celoso
porque mi amigo me había ganado la partida, le pregunté a ella si le había
gustado. Me dijo que le encantó, y entonces, por despecho, le confesé que lo había escrito yo. Ella se
limitó a mirarme con desdén y a decirme
ENVIDIOSO. Ni siquiera me invitaron a la boda por si hablaba y no
callaba para siempre... En fin, escribiendo empecé a vivir una vida paralela a
la que transcurría en la realidad.
Yo escribía,
y escribo, como decía antes, sobre la Nostalgia por la tierra – una constante
-, y por los primeros amigos. En el libro comienzo describiendo la sensación de
exiliado que tiene quien, a la fuerza, abandona su tierra, y termino con un
poema muy simple, de 1977, en el que reprocho que todos estuviesen dormidos
cuando yo nací, permitiendo que Franco campara a sus anchas.
Recuerdo a los amigos en los DÍAS DE
AYER, algunos recientemente fallecidos, demasiado pronto Catín, demasiado
pronto Carlos…
Quiero llorar, amigo,
sinceramente,
y que el caudal de mis
lágrimas
forme un río largo y caudaloso
por el que navegue tu deseo de
ayer
en forma de
cenizas.
Escribo de Amor y de Desamor, de todas
las batallas perdidas hasta que gané la guerra definitiva. De las curvas del
camino y de las carreteras secundarias por las que te aventuras en un momento,
y que abandonas porque no eres nada aventurero, para volver a tomar la
autopista, más tranquila y menos peligrosa... Y es que consideras que la vida
tiene que ser larga en vez de ancha, aunque son opiniones, ya sé…
Y escribí
para agradecer a la vida que se llevase el lamento, en un momento determinado, de
las personas a las que quería, o para reprocharle que me alejara de
otras. O para maldecir la guerra, la injusticia o la falta de solidaridad. O
para llorar la muerte del hombre más grande que he conocido, mi padre:
Escribo...
para protestar al otoño
- aquel amigo cruel – …
...por llevarse...
tus pasos tranquilos
y tu mirada limpia...
La vida, a nuestro pesar, se va
poblando de sombras con nombres y apellidos. Y siempre, siempre, escribo para
cantar a la esperanza que siempre debe acompañarnos.
Afortunadamente
era muy joven cuando descubrí el efecto sedante de la escritura, sus efectos
beneficiosos para la salud mental. Entonces decía:
Escribo para salvar sobre un papel LA PAZ de mi mente...
Eso escribía hace mucho tiempo, eso sigo
practicando, afortunadamente, hoy.
La ventaja
que tiene editar y distribuir por tus propios medios un libro y presentarlo
cuando ya tiene un recorrido, es que conoces a tus lectores y muchos de ellos te
hacen llegar sus opiniones. Como la mayoría son amigos de verdad, su opinión la
presupongo sincera, y si no fuese así, no serían mis amigos.
Uno de ellos,
mi amigo del alma, Pepe Raya, vio, con la primera lectura, 87 poemas de amor,
aunque él es tan buena gente que ve amor por todas partes, y al poco tiempo me
dijo que mis poemas andan solos ya en los corazones de mucha gente; otra amiga
me agradeció la sinceridad de desnudarme ante quienes me leen; Damián me
escribió para decirme que mis poemas translucen la esencia de mi persona; algún
poeta me dijo que era la mía una poesía amena, distendida y elegante; mi amiga
Loli Olmos, otro exceso de bondad, quiso ver la sombra de Benedetti en alguno
de mis poemas… Mi amigo Leandro enmarcó y colocó en una pared de su casa, mi
poema PALABRAS. Es un tipo listo que de sobra sabe que nunca, nunca, deben
faltar las palabras, tan necesarias… Y
un hombre mayor de mi pueblo me paró por la calle para decirme que le gustaba
lo que escribía porque las historias que cuento son lo que le pasa a la gente
como él… Escribir historias… Así es, escribo lo que le sucede a la gente común
porque yo soy uno de ellos y si he conseguido que mis poemas sean historias,
miel sobre hojuelas. En fin, agradezco a todos sus palabras y agradeceré en el
futuro la crítica sincera…
Así es, a
grandes rasgos, mi libro, y así, más o menos, soy yo. Y doy gracias a la vida
por haber llegado hasta aquí, y de tener tantos amigos como tengo.
Quiero terminar con la última
estrofa del poema ASÍ SOY, que invita a todos, en cualquier circunstancia, a
asumir el pasado y a mirar siempre hacia
adelante:
Y sí volviera atrás, declaro,
que trataría de equivocarme
tantas veces como lo hice en el
pasado
para llegar hasta este punto
en el que sólo soy como soy,
sin remedio y sin la menor
importancia
porque igual que así
podría ser de cualquier otra manera.
Muchas gracias.
LECTURA
DE POEMAS
RAQUEL
Volar
Dejaré atrás las
turbulencias
y me bañaré
en el ‘mar de la
tranquilidad’
de mi luna particular;
disfrutaré de los
momentos
que la vida ofrezca a
mis ojos
y miraré hacia adelante
con el paso firme,
derrochando todo el
amor
que habite en mí,
sin poner barreras al
viento
y procurando no herir
innecesariamente.
Cubriré mis ojos, mi
paisaje,
con la belleza que los
días,
en forma de
sentimientos,
pongan ante mí.
Y volaré,
volaré con las alas del amor,
porque, ¿qué es la vida
plena
sino amor?
Fuera de él todo es
una canción que se
olvida
con los últimos
acordes.
Va
y viene
En tus brazos de niña
se balancea el tiempo
mientras una canción
va y viene,
ebria de amor
va y viene,
pero nunca se queda.
Cada regreso
borra las tinieblas
de la huída anterior,
pero el tiempo perdido,
¿cuándo volverá?
En tus ojos de mujer
vive la paz y la ira,
mi paz y mi ira
que va y viene.
MARI
JOSE
Más
allá de los cerros
Nada hay más allá de
los cerros,
sólo un abismo de
tinieblas,
un pozo de palabras
ahogadas
en la sima de los días.
Y a este lado, días y
noches
que vagan como perros
heridos
lamiéndose las llagas
que el tiempo
–los días, las noches-
ha grabado en sus
entrañas.
Nada hay más allá de
los cerros;
los ojos infantiles se
clavan
en la tierra de la
calle desierta,
en la cal de las casas,
en las puertas
abiertas;
como puñales se clavan
en las miradas perdidas
que buscan a alguien
que marchó,
que dejó la casa
habitada
y buscó un camino con
luz
más allá de los cerros,
donde no existe nada.
Y los ojos infantiles
miran
la tierra amarga que
cubre la calle
y no entienden nada,
nada.
KIKO
Murallas
Algún día, los pobres
de la tierra
saltarán las murallas y
derribarán
las puertas de nuestro
bienestar;
reclamarán con justicia
la parte
que pocas veces
recibieron
y nos echarán en cara
la desidia
de nuestro silencio
cómplice
y todas las batallas
banales
que nos enfrentan
mientras la mayoría
navega hacia la
indigencia.
Entonces,
es probable que abramos
los ojos
y tendamos nuestras
manos
para compartir el pan a
cambio
de unas migajas de su
dignidad.
Guerrilleros
de la soledad
Hay auténticos
guerrilleros
de la soledad que, con
uñas y dientes,
defienden su intrínseco
valor,
y a la que consideran
paradigma de la
libertad.
Sin miedo a equivocarme
diría
que son amantes de la
soledad
porque nunca conocieron
la buena compañía,
porque el mundo que
conocen
–tomado como algo
abstracto-
es su fiel compañero,
pero no está compuesto
por seres individuales
que le tiendan la mano,
le miren a los ojos
y caminen a su lado…
CARLA
Seguimos
estando vivos
Porque soy todas las palabras
y el silencio
miraré a tus ojos,
claros como el amanecer,
para que sientas cómo la
palabra,
incluso el silencio,
penetra en tus sentidos
buscando tu regazo.
Para que no quepan dudas
en el aire que nos cubre,
te abrazaré sin guardarme
un ápice de la fuerza
que resida en mi cuerpo...
Y no cruzaré calle alguna sin
ti;
te tomaré de la mano
y asaltaremos los castillos
del amanecer
entrelazados en un beso
que hará olvidar los sonidos
perdidos de la noche,
aquellos que lentamente
se extinguían
mientras llegaba el sueño
después de la batalla.
Y en el manantial de la tarde
escucharemos el sonido
de las piedras golpeando
contra los guijarros
y sentiremos las gotas de agua
salpicar en nuestra cara.
Y al sentir el agua en el
rostro,
y en el confluir de nuestras
miradas
comprobaremos, una vez más,
que seguimos estando vivos.
Después
de los puentes de Madison
Se fue.
Se quiso ir pero no
encontró
el suficiente
valor
para llenar su maleta
de futuro
y dejar en el armario
antiguo
todo el ayer que quería
olvidar.
El camino era ancho y
largo,
tanto que no se
divisaba el horizonte,
pero prefirió el viento
cálido conocido
a la tormenta
purificadora
que se le brindaba
más allá de las rejas
de su casa.
Y se fue.
Simplemente no se fue
y se arrepintió el
resto de sus días.
ARSENIO
La
roca
Como la roca, amor,
permanecemos,
bajo el manto azul
del cielo, a la
intemperie:
el sol sembrando
de luz las sombras,
la lluvia golpeando
en las entrañas
y así, amor,
nos guarecemos,
en un abrazo
que aún no ha roto
ningún viento.
Después de las flores,
del trigo y la cebada,
llegó el invierno
y se hizo la nieve,
también la tormenta
que golpea las entrañas
para advertirnos
que ya somos mayores
porque la memoria
se ha poblado de
sombras
con nombres y
apellidos.
Como las rocas, amor,
y las piedras del
camino,
sabes bien que cada
verso
es un jalón en esta
ya extensa biografía,
una muesca en el
corazón
para recordar días de
gloria
y borrar lágrimas
fugaces.
Cada verso, amor,
cual ejército de hojas
danzarinas del camino,
es una epopeya sobre el
mar
por el que navegamos
hasta estos días en los
que,
como nuestra vieja
roca,
permanecemos, amor,
permanecemos,
indemnes aún
a los zarpazos del
tiempo.
DORI
A
mi madre
1940.
Alcanzó la lluvia la
cúspide
cuando nació el primer
grito
del retoño que creció
hasta hacerse vida.
El viento rondaba los
cerros
y en sus entrañas
una vela se consumía.
Olía a ceniza.
Muchos habían marchado
pero ella llegaba,
y llegaba con un grito
en su frágil garganta.
El árbol, poco a poco,
se había ido quedando
desnudo, postergado,
cuando el viento trajo
su voz clara y firme,
casi inaudible; su voz
que entre la miseria
pedía pan: trigo o
maíz.
Quiso buscar caminos
y cobijarse en la
plácida
sombra del árbol que
fuera
para siempre su casa.
Llamaron a su puerta
y no negó sus manos
como se las negaron a
ella.
Y pasó el tiempo…
Brotaron raíces
sobre la tierra fértil
que cobijaba la semilla
y también llegaron
lágrimas fugaces
que hicieron al cielo
llorar
al verla recorriendo
caminos
que nunca imaginaron
sus ojos.
Las lágrimas trajeron
la noche.
¿Por qué, noche,
posaste
tu negro manto de
sombras
sobre el almendro
florecido?
Ella caminó sobre el
silencio
de las noches y los
días
hasta encontrar la
paloma
que surcase sus cielos,
y ahora el viento,
aquél que rondaba los
cerros,
pregunta siempre por
ella.
Está lejos, le digo.
Sonríe.
Y el viento, como un
niño,
echa a correr hacia el
campo
para agradecerle al río
que se llevase su
lamento.
Yo, ahora, sólo soy
poeta
cuando en silencio la
miro,
porque ella es la vida,
porque ella es todo…
ANTONIO
Ella
es así
Ella es
así, y así la quiero:
observa las
reglas
y
difícilmente cruzaría
con el
semáforo en rojo…
Pero nunca
calla.
Jamás la
palabra necesaria
se le
pudrió en la garganta.
Hombre
que mira a su pasado
Cuando has pisado la tierra desnuda
de la que procede el barro
originario,
la que esconde las huellas de
las bestias
que no contemplaron vida
humana,
y cuyos restos arrancamos a sus
entrañas
para tratar de escribir hoy la historia
de los tiempos sin historia.
Cuando has mirado desde las
alturas
a un horizonte de cerros
desnudos,
cincelados por la mano del agua y
del viento,
y de montañas a cuyos pies se
expande la llanura
por donde discurre el río que baja
de la nieve
para dar vida a un vergel en
medio de la nada.
Cuando, al atardecer, contemplas al
sol
esconderse tras la línea de un cielo
de ensueño,
como dibujada en la memoria de los
tiempos,
reniegas del asfalto presente y sus
colmenas,
y de los hombres que, una vez,
en los oscuros días del pasado
y en aquel país anegado de
miseria,
me arrancaron el primer paisaje de
los ojos,
aunque nunca consiguieron que
hicieran sangre en mí
las insaciables garras del olvido.
Me robaron el cielo y sus confines
y me hicieron un hombre que mira a
su pasado,
aunque hoy, cerradas las heridas,
siento
que habría sido el ciudadano
del mundo que soy
desde cualquier rincón de la tierra.
CARLOS RECIO
Circunloquios
A veces son inevitables
los circunloquios,
la pura retórica
para enmascarar las
palabras,
porque, a veces,
las libertades están
presas
cumpliendo una
imaginaria condena
en las cárceles de la
rutina
y de la tradición.
La cabeza, cual
centrifugadora,
da vueltas y vueltas,
va y viene,
recuerda y proyecta en
el futuro
ideas, situaciones …
Así debe ser
la fase previa de la
locura,
pero aun así, es mejor
que la línea recta de
la rutina
y de los cielos claros.
¿Quién no desea un poco
de lluvia
mezclada con los rayos
del sol
para poder ver el arco
iris?
Si
mañana revoco el pacto
Si mañana revoco el
pacto
que hace tiempo alcancé
con mi conciencia,
que consistía en
caminar
despacio y con la
cabeza alta,
para permitirle a ella
descansar tranquila;
en buscar siempre
caminos
de horizontes claros
en lugar de otros en
los que solo
se percibiesen sombras.
Si mañana me canso
y dejo de obedecer al
sentido común
que, mal que bien,
creo,
me ha acompañado hasta
aquí,
tendré como excusa los
años
y las malas
experiencias que me llevaron
al desengaño ante el
mundo
y las gentes que lo
habitan.
Y ese día, sin duda
alguna,
habré empezado a estar
muerto.
LEANDRO
Yo
estuve allí
Yo estuve allí,
en la plenitud de la
primavera;
cuando empezó a crecer
la hierba
a fuerza de agua y sol
yo disfruté de todo su
esplendor.
Yo estuve en los
momentos deliciosos,
cuando la inocencia era
dueña de los actos,
la carne tersa, la
belleza absoluta,
el brillo perenne en
los ojos
y todo era futuro.
Me hice su compañero de
viaje,
su alma gemela,
y ella la almohada
donde reposó la cabeza
cuando llegó el
cansancio
y el hombro que recogió
las lágrimas
cuando llegaron.
Fui habitante del
paraíso,
transeúnte de paso por
la desdicha
y en su casa, un
ventanal abierto al futuro.
Y ahora, cuando llega
el otoño
y la mirada percibe
el paso del tiempo
en los cuerpos,
no pienso en la belleza
de ayer
sino en el brillo de los ojos
proyectando hacia el
futuro
una mirada limpia,
con toda la carga vital
que los días
han puesto sobre
nuestras espaldas.
Y si fui partícipe de
la primavera,
si me bañé en las aguas
cálidas del verano
hasta caer redimido en
los brazos del otoño,
no tengo derecho a
privarme
del invierno que nos
espera
para cerrar el ciclo de
las estaciones.
Nunca me lo perdonaría.
LUIS
Federico
no ha muerto
Si la noche hubiese sido infinita
y no hubiese amanecido el día.
Si se hubiese detenido el tiempo
para que olivos y barrancos
no vieran llegar la hora
del estruendo de las balas.
Si se hubiese desatado una tormenta
de sentido común, que hubiese
hecho de aquel dieciocho de agosto
un día más y no el marcado
en el calendario como día de la
ignominia,
en el que intentaron borrar
las huellas de su paso por la
tierra…
Nada de eso pasó.
Llegó el alba. Durante la noche
los esbirros de la muerte
habían desangrado a la luna
para hacer de ese día
efeméride en la que recordar
eternamente
al hombre bueno asesinado,
al que convirtieron en bandera
de todos los buenos hombres
que caerían en una guerra,
de ricos contra pobres
que sólo consiguió sembrar
los caminos de cadáveres.
MARÍA
El
regreso
Ya me fui
y sin embargo
queda
la leve sombra
de mis pasos
en el aire
esperando
el regreso;
y queda
la calle vacía
y el recuerdo
a la intemperie
de quién se fue
mucho antes
y más lejos,
donde no existe
el agua,
donde el aire
no es necesario…
SANTOS
Padre
Antes de que el sol
se esconda por el
horizonte
en su cueva de olvido.
Antes de que el mar me
acoja
en su lecho de espuma,
quiero escribirte estas
palabras, porque,
¿a quién si no a ti
le debo el aire y el
agua,
el rumbo de mis pasos,
mis vaivenes…?
Y escribo estas
palabras
para protestar al
viento
y a la lluvia del otoño
-aquel amigo cruel -
por llevarse el eco
de tu voz clara,
el silencio de tu alma
en paz,
tus pasos
tranquilos
y tu mirada limpia…
Yo seguiré escribiendo,
recordando en cada
verso,
en cada palabra,
en cada paso,
tu voz clara, tu mirada
limpia…
Para finalizar el acto,
un poema inédito…
Una mañana de agosto en Guadix
A veces me gusta echar un rato solo,
tomar una cerveza en medio del tumulto,
rodeado de nadie, y pensar en nada,
o darle mil vueltas al último
pensamiento intrascendente.
Mirar la tapa y decirme en silencio:
"con esto ya he comido".
A veces me gusta pasear por el campo,
a solas, charlando con los recuerdos,
contarle a los álamos mis días de ayer,
e imaginar cómo habría sido la vida
si aquella carta hubiese tenido
la contestación que esperaba.
A veces me gusta cruzar la acequia
por la mañana temprano,
llegar a la higuera al otro lado del río,
la misma higuera de hace medio siglo,
y comer un higo para comprobar
que ya todo ha cambiado...
A veces me gusta madrugar,
salir a la calle
y contarle mis desesperanzas
a las primeras luces de la mañana.
Ellas saben...
Aunque, para ser sincero,
prefiero la buena compañía,
la mirada cómplice,
la sonrisa franca,
los ojos que apagan
los diluvios de la soledad
en los días sombríos,
los labios que pronuncian
la palabra necesaria
que abre la puerta,
la palabra necesaria
que es la llave
que abre todas las puertas...
Gracias,
amigos. Os espero en el próximo libro. Muchísimas gracias.
Getafe, 15
de abril de 2016