MAYO
- ¿Podemos decir, de verdad, que
hemos vivido plenamente cada día de nuestra vida?
EL HÁBITO Y
EL MONJE
Un viernes por la tarde iba yo
ataviado con ropas de Cortefiel, Hombre, Rebajas (50%), con camisa de rayas
azules, pantalón gris oscuro y chambergo azul oscuro, además de bufanda y boina
gris, paseando por mi localidad, cuando escucho a alguien que, a voz en grito,
hacia un análisis de la situación del país: paro corrupción desahucios gentes
viviendo bajo los puentes y comiendo de las basuras jóvenes que se exilian en
el extranjero mujeres sin derechos jubilados menesterosos emigrantes asesinados
en las fronteras, etc. Escuchaban, en la plaza del Ayuntamiento, gentes con
banderas rojas y negras, andaluzas con estrella roja, republicanas, negras con
la A dentro del círculo…
Yo me paré a escuchar y, mientras el
hombre seguía enumerando las desgracias que nos cercan por todos lados, se me
acerca un joven vestido a la moda francesa, Alcampo o Carrefour, no sabría
decir, y no sé si de Rebajas o de Temporada, y con rastas en el pelo, me mira
de arriba abajo, y me dice, afirmando, que yo soy policía. Le contesté con
ironía: "Coño, pues me acabo de enterar, me gustaría más ser
espía..." Me miró desafiante y me dijo frunciendo el ceño que allí
sobraba. "Aquí sobras, tío". Estuve por sacarle mi carnet del PSOE y
decirle que tranquilo, que estábamos condenados a entendernos sí queríamos
echar al PP. Pero no, habría sido una agravante en mi situación.
Era joven, demasiado joven, para
saber que el hábito no hace al monje y que, incluso vestido así, podría estar
de acuerdo con algo de lo que se decía en la tribuna. Y a punto estuve de
decirle que las botas -negras- me las había comprado mi mujer en una tienda, en
rebajas, de Vallekas, con k, por sí servía de eximente. Pero no dije nada
porque no me gusta discutir con la gente de las sectas, se vistan como se
vistan, y los dejé con su mitin ante el que se concentraba la nueva mayoría
social que cabía, eso sí, en un autobús de línea. Según me alejaba seguía
escuchando la lista de las desgracias que nos aquejan y ya no sé cuándo
empezarían con las recetas mágicas para salir del barro.
Yo me alejaba, a echar la quiniela,
diciendo para mis adentros: "Que se fastidien, que al menos yo hacía
bulto, y mi ausencia se notará porque daba sensación de transversalidad a la
concurrencia, al menos en la forma de vestir."
- Los actos nobles, solidarios,
adquieren su máximo esplendor cuando se hacen con discreción, sin
airearlos a los cuatro vientos.
JORNALES
Paso por la puerta de
la casa de María, una señora mayor, impedida, y me encuentro con su hija,
que barre la acera.
- Buenos días. ¿Qué
hacemos?
Me dice que ha venido a hacerle las cosas a su madre y así
le ahorra el jornal de la mujer que la cuida.
Bajo la calle y voy a
tomar café. Detrás de la barra, me sirve el hijo del dueño.
- ¿Ya estás trabajando,
chaval?, le pregunto.
- No, pero hoy he venido a ayudar a mi padre porque
hay más gente y así le ahorró el jornal de un camarero.
Subo para mi casa y me encuentro a Pedro y Luisa. Ella
cuida a personas mayores, y les hace las cosas de la casa y la comida; él es
camarero, o lo que caiga en cada momento.
Trabajan cuando les llaman porque eso del trabajo estable pasó a mejor
vida y hoy nadie les ha llamado a trabajar. Así, hay meses, demasiados meses,
que el sueldo no les llega para cubrir sus necesidades básicas.
Los jornales que los
más pudientes se ahorran son los que les faltan a ellos para llegar a final de
mes. El mundo está mal, pero que muy mal
repartido.
- Estoy
seguro: tenemos unos médicos que diagnostican bien, pero muy malos
cirujanos. Para comprobarlo, basta con mirar alrededor
- Incluso si
te tomas la política como un juego, deberías saber que también el juego
tiene reglas que debes respetar.
LA PRENSA
Cambian los tiempos y, con ellos, las costumbres. Hace
mucho el domingo era día de levantarse pronto y dar un paseo hasta el quiosco
para comprar el periódico, cafetito en el bar y ligero repaso en la barra.
Después, vuelta a casa para leerlo o estudiarlo despacito, noticias, artículos
de fondo, reportajes… porque las mañanas del domingo eran largas. Era un ritual
que, para mí, había comenzado mucho antes, casi en la adolescencia, cuando
empecé a trabajar y me hice un asiduo de la prensa escrita. Esa prensa escrita
a la que ahora echo de menos.
Mi empresa estaba suscrita al YA, y cada mañana lo
leía antes de empezar a trabajar; por la tarde un compañero compraba PUEBLO
(diario de la tarde) y también le echaba un vistazo; los lunes no había prensa
de información general y sólo se vendía el periódico editado por la Asociación
de la Prensa, la HOJA DEL LUNES que también alguien compraba y compartíamos.
Cuando tuve conciencia política y se producía un remanente en mi asignación
diaria, compraba INFORMACIONES, que era el más a la izquierda, dentro de un
orden, que se podía leer en tiempos de Franco, y se solía identificar a quienes
lo llevaban bajo el brazo como rojos. Con la muerte del dictador surgieron
DIARIO 16 (con ‘Libertad sin ira’, de Jarcha, como reclamo de lanzamiento) y EL
PAÍS, que iba a ser santo y seña para la izquierda durante mucho tiempo hasta
que la ruina le hizo dejar de ser independiente y echarse en manos de los
poderes financieros.
Yo fui, desde su nacimiento, de EL PAÍS. Me acostumbré
a sus portadas, al orden en el que estaban situadas las noticias de
Internacional, Nacional, Local, Anuncios por palabras, Deportes, Economía,
Cultura, Televisión, y desde entonces casi lo consideré el orden natural en el
que se deberían contar las noticias en un periódico; si me daban otro periódico
en el bar era incapaz de encontrar el número de la lotería o el del cupón,
porque en EL PAÍS sí sabía dónde estaba. Ya se sabe que el hombre es un animal
de costumbres. Y tan en ritual se convirtió que no me concebía sin el periódico
a diario. Iba de vacaciones y tenía que comprarlo porque si no lo hacía, me
faltaba algo. Hasta hace poco tiempo no perdí la costumbre, y por culpa del
quiosquero, que no quería cogerme los cupones
de mi suscripción por no sé qué historia. Y me dije que hasta aquí hemos
llegado, y me hice lector de los periódicos digitales. Todo por nada, porque
incluso en el trabajo los tenía a disposición y sin coste. Mantuve la costumbre
de los sábados y los domingos porque tampoco era cuestión de romper con las
tradiciones de golpe y porque eran días especiales en los que los ‘extras’ eran
más interesantes que las noticias.
Ahora, ya no salgo los domingos a primera hora con la
excusa de ir a buscar el periódico, ni los sábados; los días de diario,
tampoco, porque ya no compramos periódicos, tenemos una maquinita que llevamos
a todas partes y con un click tenemos el periódico, actualizado al minuto, y no
sólo un periódico sino todos los periódicos.
La paradoja es que estamos mejor informados que nunca
y nos quieren tomar el pelo y explotar y engañar como siempre, porque sí,
parece que tenemos toda la información, pero sólo es toda la información que
los poderosos quieren que tengamos. Afortunadamente, después de tanto caminar,
esta piara de sinvergüenzas también nos ha robado la inocencia.
EL
HIJO DE LA MADRE QUE TUVO UN NIÑO ALCALDE
Dijo
el hombre:
“Cuando
llegue el momento del adiós,
recogeré
los restos del naufragio
y
volveré a casa con las manos vacías,
como
llegué;
volveré
con el corazón alegre
por
el deber cumplido
y
agradeceré a todos su compañía
durante
tanto tiempo
en
el camino de la libertad.
Diré
adiós
sin
rencor hacia los que me señalen
el
camino que me devuelva
al
lugar de donde partí
y
buscaré en mi interior
las
razones de la derrota”.
Pero
llegado ese momento,
el
hombre, a su alrededor,
sólo
vio enemigos
y
a sus ojos subió la sangre de la ira
y
la ira no le dejó encontrar
el
camino de vuelta a casa.
En el cenit de su
carrera, cuando la prensa le buscaba y era uno de los protagonistas, mediocre, pero
protagonista, de la vida pública, ante la pregunta de una periodista, respondió
con una de esas frases para la posteridad: “Cuando nací, la comadrona le dijo a
mi madre que había tenido un niño alcalde”.
El hijo de la madre que
tuvo un niño alcalde nació en una época difícil. Dicen sus hagiógrafos que pasó por múltiples vicisitudes vitales hasta llegar
a una Alcaldía para la que estaba predestinado y desde la que transformó (¿él
solo?) con éxito el pueblo: de una ciudad-dormitorio a una ciudad moderna con
todos los servicios al alcance del ciudadano, y, siempre, o casi, al lado de
las personas. Pero pasó el tiempo y, como tenía la convicción de que el cargo
era vitalicio porque al tener la virtud de no equivocarse los ciudadanos le
revalidarían en el puesto indefinidamente, nuestro personaje se creyó el
reyezuelo de un reino de taifas en el que podía hacer y deshacer a su antojo.
Entre los miembros de su partido, los que estaban incondicionalmente con él,
eran los buenos; los que, democráticamente, discrepaban lo más mínimo, los
malos, malísimos; incluso, si establecemos niveles de maldad, estarían por
delante de los adversarios políticos naturales del partido opositor.
El hijo de la madre que
tuvo un niño alcalde no quiso ver la realidad. No aceptó una primera derrota
democrática dentro de su partido y, como consecuencia, no aceptó su definitiva
derrota en las elecciones en las que perdió la alcaldía. Si la matrona le había
dicho a su madre que había tenido un alcalde, era para toda la vida, ¿o no? No.
Franco había muerto y ya los alcaldes o los puestos de representación no eran
para siempre. Pero tanto tiempo en el poder le habían causado una enfermedad
grave: autismo político, consistente en no querer escuchar a los que bien le
aconsejaban y atender sólo a los que le decían lo que él quería oír. Alguien de
su edad, compañero de fatigas, le dijo una vez: “Pero hombre, ¿no te das cuenta
de que la gente ya no viene a ti sino que tienes que ir tú a la gente?”. En su
burbuja era feliz, ¡para qué cambiar!
La convulsión que creó
la derrota hizo que diera palos de ciego a diestro y siniestro. La culpa la
tenía quien no había participado en la elaboración de ‘sus’ listas, ni en ‘su’
Comité electoral, ni en nada. Él, el Infalible, se lo había guisado y comido
todo, aplaudido por su cohorte de palmeros, pero ahora la culpa la tenían los
otros… Y, reunido consigo mismo, -porque los palmeros no opinan, solo aplauden-
decidió que había que cambiar, pero, oh sorpresa, el cambio lo tenía que
encabezar él y, además, se tenían que ir los que no estaban con él. Los
cobardes siempre echan la culpa de todo a otros. Como se dijo en la asamblea de
socios, perdón, de militantes: ¿cómo podéis meteros con el hombre que nos ha
dado de comer?
Pobre hombre. Qué
hemorragia de cargos de confianza a última hora para ganarse el fervor que ya
la mayoría le negaba. Se podría decir de él que en algún sueño intentaría hacer
cónsul –concejal o cargo de confianza- a su caballo, pero que alguna persona
sensata que habría a su alrededor le habría convencido para que desistiera.
(Luego se darían cuenta unos y otros de que no tenía caballo, aunque le habría
valido igual cualquier burra que quedase todavía suelta por los eriales de su
pueblo). Pobre quijote que no valdría ni para sucedáneo de Sancho…
Pero aquí no acaba la
historia porque el hijo de la madre que tuvo un niño alcalde tuvo hijos y uno
de ellos desde su más tierna juventud militó en el partido y cuando procedió le
hizo concejal. ¿Alguien duda de sus méritos? No, por favor. Lo que no sabemos
es si la comadrona le dijo a su mujer que había tenido un hijo concejal o
alcalde, porque si dijo lo segundo la crisis estaría resuelta: era cuestión de
abandonarse al destino.
No supo irse
a tiempo
y tuvo que
salir corriendo…
Quienes le
sustituyeron
encontraron
sus poemas
esparcidos por
el suelo,
junto a la
basura y la mugre
acumulada
durante sus años
en el poder:
triste
destino para las palabras
que
pretendían, inútilmente,
ser bellas,
como triste
es el destino
de los
pobres hombres
a los que la
soberbia
les ciega la
razón
y
se convierten en peleles
de carne y
hueso,
sin
capacidad para asentarse
firmemente
en el suelo
y asumir que
son uno más
entre los
mortales.
Saldrán del
mundo
por la
puerta de atrás,
sus vacuas
palabras
olvidadas en
el aire
o sobre
papeles que dormirán
el sueño
eterno
en los
contenedores
de la
historia,
esperando
ser triturados
en el viaje
desde la nada
en que
vivieron
hasta la que
volverán
sin dejar
rastro.
- El
fanatismo es una enfermedad que se atenúa o se cura escuchando y leyendo a
aquellos que no dicen ni escriben lo que tú quieres escuchar o leer.
CRÓNICA
BUFA DE UNA DISENSIÓN
In
illo tempore… No, no, déjate de pedanterías. Bien.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: “Sé que algunos de vosotros me
vais a traicionar, y aviso: después de mí, de este templo lleno de fariseos,
que ha sido agencia de colocación para todos, sólo van a quedar cenizas. ¡Hostias!”.
Los romanos echaron a
aquel impostor (no voy a contar lo de la cruz y lo de que al tercer día
resucitó porque eso ya no se lo cree nadie), y para eso unieron fuerzas los
díscolos de dentro y, desde fuera, un grupúsculo de sirios del gabinete del
cónsul que hacían estudios muy sesudos para ocupar el tiempo, como por ejemplo:
-
Introducción del cultivo de la remolacha
en las orillas del Jordán. Incidencia en
el PIB de la región,
-
Interacción-relación del casco romano
sobre el cerebro de los pobladores de la antigua Ur y su actual inteligencia
límite,
-
Impacto sobre el déficit público de la
tasa turística en Nazaret, y
-
Los chiringuitos del mar Rojo: previsión
de los problemas que ocasionarán cuando Moisés separe las aguas.
¿O
esto fue antes? ¡Qué lío! Esto pasa por ateo.
Nadie se dio cuenta de
que los judíos, en esta primera rebelión, habían introducido un caballo de Troya
–juguetito para infanzones grandes inventado en una pelea griega- con algunos
judíos, de nuevo díscolos, dentro, que actuarían llegado el momento de
lanzadera torpedera.
Pasó un tiempo y los
judíos de dentro, el de Nazaret, con mono de protagonismo, y sus leales, más
los sirios, y algún paracaidista ilustrado que sabía lenguas bárbaras y fue
expulsado del senado por vago (chicas había pocas: ¿y la paridad, eh…?),
lanzaron una ofensiva desmedida contra la nueva dirección romana. Iban a los
Templos, que eran como casas regionales pero con columnas … y corintias para
comer y conspirar. Las bautizaron como bodas de Canaán, para despistar, en las
que se prometía la multiplicación futura de panes, peces y, sobre todo, del
vino…
Los ahora rivales de
dentro, troyanos, sirios y allegados, educaditos al principio, pronto perdieron
las formas, dejaron de utilizar el arameo en sus peroratas para ir al grano:
tenían prisa, aunque sus nuevos socios fingían entenderles para llevarlos a su
terreno. Juntos (y revueltos) se retrataron y ofrecieron la foto al Jerusalén
Post y al Judea Times, pero solo la publicó un periodicucho de los arrabales,
el Belén Capital, que leían pocos… La foto retrataba a los comensales: los que
habían estado, maestros en el arte de manejar el ladrillo, y los que querían
suplirles, “que esta tajá me la como yo, hombre…” Ahora, entre tanto jefe, ¿quién iba a currar?
Porque trabajar, trabajar, pocos, que para eso unos eran judíos potentados y
los otros sirios romanizados poco dados a madrugar.
Unos y otros
consideraban que los romanos, elegidos libremente en el foro, y con un derecho
-el famoso derecho romano- y una
democracia consolidados para lo que se estilaba en la época, no
representaban el sentir del pueblo, que ellos sí sabían interpretar con
maestría.
Los romanos se sentían
fuertes ante las monsergas de los dioses cristianos reacios a aceptar ninguna
derrota. “Somos romanos y la historia está de nuestra parte, al menos hasta que
los bárbaros del norte nos invadan, y para eso aún falta, que no podemos forzar
la historia, tío”, pensaban.
Y en esas estaban,
esperando el momento de seguir practicando la democracia que Grecia legó al
mundo, para ver si se respetaba y se seguía siendo demócrata cuando no gustase el resultado de las urnas, ¿vale?
Alea
jacta est (joder con los latinajos de los pedantes). Bien. La suerte está
echada: a esperar las Primarias y que dios nos pille confesaos (yo ya tengo
cita que ahora, con los recortes, están dando para semanas).
Aviso:
Como historia apócrifa que es, me importa un bledo lo que diga la historia
oficial sobre fechas, bandos, buenos, malos…
- Cuando nos miramos demasiado el
ombligo, perdemos la perspectiva.
DOS AMIGOS
Me cuentan una historia: dos amigos coinciden en
el Instituto; uno es un buen estudiante, termina la Enseñanza Secundaria, hace
una carrera –Económicas-, entra a trabajar en una empresa y por la tarde
estudia informática hasta hacerse un buen técnico y consigue complementar su
trabajo de las mañanas dando clases por las tardes. Al otro amigo no le gusta
estudiar y desde joven su padre le afilia en el partido del que es amigo del
jefe (allí llamado líder). Después de repetir varios cursos, a duras penas
termina la Secundaria, y el amigo de papá le coloca en una empresa municipal.
Con el tiempo y la crisis, el primero se queda en el paro –pierde los dos
trabajos- y recurre a la empresa municipal en busca de trabajo y se encuentra
con el viejo amigo, que le recoge el currículo pleno de títulos, cursos,
idiomas y experiencia. El mal estudiante le mira a los ojos y le dice: “Amigo,
no elegiste bien la carrera”. Y quedó en que ya le avisarían, como en tantos
otros sitios. Es el mundo al revés.
- Algunos se
llevan una gran decepción cuando comprueban que, a pesar de que ellos no
estén, la tierra sigue girando.
INDIGNADO
Soy un puto burgués. En el año 1974
tenía 15 años y vivía Franco y estudiaba en un colegio de curas por la noche
porque durante el día trabajaba y era el único colegio de mi ciudad que tenía
turno de noche. Allí conocí a gentes algo mayores que yo y que eran comunistas,
es decir, antifranquistas, y me hice comunista jugándome el pellejo. Recuerdo
que vivía Franco. Milité en un partido de la extrema izquierda hasta que
llegaron las primeras elecciones democráticas y los partidos de izquierda
fracasaron estrepitosamente. Me desencanté con los partidos, pero de igual
manera con los ciudadanos de este país, a los que, pensé, les daba igual Franco
o la democracia, y me fui a mi casa. Desde entonces estoy indignado con el
sistema. Ahora, desde hace unos diez
años, milito activamente en un partido que, dicen os puros, no es izquierda y
participo, dentro de él, en alguna de las comisiones de las diferentes áreas de
trabajo; suelo ir con frecuencia a los Consejos de barrio del lugar donde habito;
mis hijos van a colegios públicos por convicción y participo en los Consejos
escolares; utilizo la sanidad pública y manifiesto mi pesar cada vez que hay
ocasión para recordarles a quienes quieren su privatización que no vamos a
consentirlo. Me considero un buen ciudadano que cumple con sus deberes como
tal: pago mis impuestos, a los que no considero excesivos por lo que recibo;
soy solidario con los más necesitados y lucho para que dejen de serlo y reclamo
donde haya que reclamar para que se dejen de parches y ataquen el problema
desde la raíz. Después de todo esto me encuentro que surge un movimiento, el 15
M, que viene a decir que no vale el sistema, y, dentro de ese movimiento me
encuentro a mucha gente joven a los que doy la bienvenida a la política, a la
reivindicación, pues hasta ahora pensaba que no existían o que vivían felices
en su burbuja; pero también me encuentro a mucha gente de mi edad y mayores que
hasta ahora han estado viviendo en el mundo de la felicidad, de los viajes, de
los placeres cotidianos, y diciendo aquello de ‘la política, para ellos’. Estos
últimos ahora se han dado cuenta de que están indignados y a los que no les
seguimos el juego nos llaman burgueses adoctrinados, y dicen que no les valen
los partidos –ninguno-, que no les representan, ni las instituciones, ni nada.
Y yo me digo si no hubiese sido mejor para todos haber participado desde el
principio en el juego y, puesto que somos insobornables y decentes, no haber
permitido que se llegara a este estado de cosas que ahora denuncian y con las
que en su mayoría estoy de acuerdo, pero yo digo que mucha de la gente que
participa en el movimiento son, en gran parte, culpables de haber llegado hasta
aquí por dejación de sus funciones de ciudadano. En España somos muy dados al ‘que
inventen otros’. Pues eso, si dejamos que otros se dediquen a los asuntos
públicos nos podemos encontrar con cualquier cosa y más si eso lo piensa una
gran mayoría de la población. En resumen, doy la bienvenida al movimiento, pero
que no piensen que han inventado nada y que sean más humildes y, además, si
quieren que sus reivindicaciones puedan llegar a buen puerto que invadan los
partidos existentes de la izquierda que son los únicos que están con sus
reivindicaciones, o con gran parte de ellas, y que son los únicos con cuyos
militantes se van a sentir como en casa. En casa de la derecha es donde no van
a conseguir nada, porque todos no somos iguales.
- El
principal problema de los políticos profesionales es que son políticos las
24 horas del día, 7 días a la semana, 365 días al año, 366 si es bisiesto.
CALLAN
Llega cansado del trabajo y pasa a
verla. Le pide una cerveza y unas almendras. Con ademán cadencioso se las
sirve, después se sienta frente a él y le pregunta, con esa voz que suena a
lluvia purificadora:
- ¿Qué tal, cómo estás…?
- Ahora, mejor –contesta él.
Él habla... Ella escucha.
Ella habla... Él escucha.
Se miran. Y se ven. Incluso, a veces, callan.
… Y es entonces cuando es fácil ceder ante la
tentación del abrazo.
- Estamos
hartos de que las palabras sólo sean un instrumento de persuasión para
después relegarlas al olvido, cuando deberían ser la antesala de los
hechos, la expresión de la promesa que será cumplida.